Muchas vecinas de Cobres vivieron la fiesta como espectadoras debido al elevado coste de los trajes de madama, figura tradicionalmente vetada para mujeres casadas. Otras sí llegaron a bailar como madamas o simplemente con vestido, y quieren seguir viviendo el Entroido de Cobres.
El Entroido de Cobres no entiende de edades. La presentación que este sábado recorrió los barrios de Vilaboa dejó claro que hay cantera: decenas de niñas y niños ansían tomar el relevo, transformarse en madamas y galanes, lucir sus majestuosos sombreros y bailar sin reservar energías.
Y es que, aunque hoy es habitual que las niñas lleven vistosos sombreros, la tradición fijaba en los 15 años la edad mínima para vestirse de gala, sombrero incluido. Y solo podía hacerse hasta que se tenía novio. Porque el Entroido de Cobres y sus danzas tenían como origen favorecer el cortejo. Una vez logrado, ya no estaba permitido continuar.
Fueron muchas las jóvenes de Cobres que en los últimos 50 años se quedaron con las ganas de vivir el Entroido. Y silenciadas por las normas de una sociedad rural inflexible, asumieron el papel de espectadoras de una fiesta que les habría encantado protagonizar.
Así fue como hace 13 años surgieron las Veteranas del Entroido de Cobres, un grupo mayoritariamente femenino —aunque con alguna presencia masculina— que se reúne para ensayar, recuperar melodías tradicionales y subirse al escenario de Riomaior cada domingo y martes de Entroido, “los días con más público”.

Son un ejemplo del terreno ganado por las mujeres en las últimas décadas. “Cuando empezamos nos criticaron mucho. Decían que éramos un grupo de mujeres casadas sin sentido. Ahora ya está normalizado”, apunta Luisa Poceiro, quien recuerda que antes “una mujer casada no podía ser madama”. No obstante, reconocen que fue un hombre, Gonzalo Garrido, quien las animó a dar este paso y las puso en contacto con Laureano y Maruja, dos vecinos de Cobres que las ayudaron a recuperar una antigua danza: la de las espadas, una de las singularidades del Entroido de Cobres.
Eligieron una vestimenta discreta, nada comparable a la de las madamas. “Vamos como las antiguas aldeanas, sin sombrero ni pectoral, apenas llevamos joyas”, señala Beti del Río, quien afirma que las Veteranas son una clara alternativa para quienes no disfrutaron del Entroido en su juventud.
Reconoce que en su caso la realidad familiar dificultaba confeccionar un traje de madama. “Éramos tres hermanos, y en casa era impensable ir de madamas. Mi abuela nos compraba un disfraz y salíamos, pero no de gala”.
Hoy un traje de madama puede costar en torno a 3.000 euros entre sombrero, pectoral y distintas prendas. Hace unas décadas, el coste no era mucho menor. “Había prioridades, y ser madama o galán no estaba al alcance de muchas familias”.
Por eso Beti del Río lo tiene claro: “Las Veteranas somos una alternativa para quienes no disfrutamos del Entroido de jóvenes”. Y en este grupo, donde la diversión está asegurada, comparten la pasión por la fiesta mujeres que acaban de cumplir 30 con otras que ya han superado los 60.
La mujer, que siempre tuvo un papel protagonista en el Entroido de Cobres, se fortaleció en la última edición asumiendo un personaje tradicionalmente masculino. Leti da Taberna, popular creadora de contenido en gallego, se encargó de la parte satírica de la fiesta y este año repetirá en el mismo papel.