El carnaval del municipio de Vilaboa, en la Ría de Vigo, se apoya en tradiciones ancestrales del siglo XVIII para reivindicar su singularidad.
El pequeño municipio pontevedrés de Vilaboa, a orillas de la Ría de Vigo, mantiene viva una de las celebraciones más antiguas y vistosas de Galicia: el Entroido de Cobres. Este carnaval, que aspira a ser declarado Fiesta de Interés Turístico Nacional, está plagado de singularidades que se remontan al siglo XVIII.
Símbolo de riqueza y posición social, las familias más adineradas solían engalanarse durante los días de carnaval y recorrer todos los barrios de Santa Cristina y San Adrián. Como se viene haciendo desde hace más de dos siglos, las parejas solteras —madamas y galanes— visten sus trajes con el orgullo de representar a sus familias, que tanto han trabajado para confeccionar una celebración que organiza la Asociación Cultural Cobres con la colaboración del Concello de Vilaboa.
Miles de lentejuelas cosidas a mano hacen brillar a las madamas del Entroido de Cobres. Cuantas más, mejor. Llevan cintas en la espalda, prendidas en las mangas de sus impolutas camisas blancas, en el cinturón o sobre cintas de raso que cubren la falda. Una madama deslumbra con su vestimenta tradicional, que complementa con un sombrero también artesanal, repleto de flores y color.
El tiempo se detiene en Cobres cuando se acerca el carnaval. Las familias apuran los últimos detalles para actualizar los atuendos que permitirán a madamas y galanes formar las parejas de baile que, desde el siglo XVIII, recorren los barrios de Vilaboa llevando alegría y fiesta hasta el último rincón.
Así lo vive Luisa Poceiro, vecina de Cobres que conserva como un tesoro el cinturón de su traje de madama: una pieza única de valor incalculable que su madre confeccionó para ella cuando tenía 14 años. Han pasado cuatro décadas desde entonces: “Lo conservo por su belleza y por el sacrificio que supuso para mi familia hacerme el traje. Es un legado del que me siento muy orgullosa”.
Luisa tiene dos hijos varones, ambos implicados en la parte musical del Entroido de Cobres y, por tanto, con atuendos diferentes a los de madamas y galanes. Su vocación por la costura la canaliza ahora ayudando a jóvenes de Cobres que necesitan actualizar sus trajes, como Ariana, una joven madama de 20 años. Mientras revisan el traje, recuerda lo difícil que era, hace unas décadas, conseguir lentejuelas y adornos: “Los desplazamientos no eran tan fáciles como ahora, y teníamos que recorrer unos 12 kilómetros hasta el centro de Pontevedra para comprar el material. No había recursos económicos para adquirir muchas cosas, que para los sueldos de entonces eran bastante más caras que ahora”. Eso hacía que escasearan las madamas que bailaban con sombrero, por ejemplo. La llegada de los bazares abarató los costes y facilitó que el brillo esté ahora al alcance de todos los bolsillos.
Aun así, el traje de una madama supera los 1.000 euros en materiales, y el sombrero puede duplicar ese coste. “Sin contar las horas de trabajo artesanal que necesita cada pieza”, apunta Maricarmen Docampo, que a sus 70 años mantiene activo su taller de sombreros y conserva entre paños el que le hicieron su madre y su abuela. “Tiene más de 50 años y no se lo presto a nadie”.
Meses de trabajo laborioso y paciente son necesarios para transformar un sombrero de pajilla en un lujoso armazón que combina flores de colores, espejos, abalorios, figuritas y varias cintas, hasta alcanzar los 40 centímetros de altura y unos 7 kilos de peso. “Los abalorios, tanto los del sombrero como los del pectoral, en mi época eran de oro. Nadie tenía tantas joyas y los pedíamos a familiares”. Era importante lucir mucho, ya que ese pectoral era el reflejo de la posición económica y social de la familia de la madama.
Para evitar el daño cervical provocado por el peso de las joyas, Luisa Poceiro cuenta que algunas madamas cosen hoy los abalorios —ya de fantasía— a un chaleco que facilita soportar las largas jornadas de baile, que mantienen a madamas y galanes danzando durante ocho horas al día durante los cuatro días que dura el Entroido de Cobres.
En cada casa de Cobres, estos días, madamas y galanes ultiman la puesta a punto de sus atuendos para que todo esté impecable de cara a la fiesta, que se celebrará del 1 al 4 de marzo. Durante esas fechas, la comitiva carnavalera, formada por más de un centenar de personas entre danzantes y músicos, hará retumbar las calles con sus bailes y sus melodías recuperadas.